La labor del abogado: combatir prejuicios

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A nadie se le escapa que vivimos en un mundo en el que, quizás en contraposición a la cada vez mayor complejidad de todo lo que nos rodea, o quizás por mera irresponsabilidad, se tiende a simplificar y juzgar de forma absurda e injusta cualquier realidad, clasificando todo en categorías simples, extremas y excluyentes. En román paladín: o es blanco o es negro, sin colores intermedios.

Esa tendencia lleva también a cuestionar nuestra labor o incluso nuestra ética: ¿cómo podéis defender a un asesino? ¿Cuál es vuestra labor?

Hacer ver al interlocutor sus prejuicios o responder esa cuestión, es difícil en pocas palabras, pero permítanme valerme de dos ejemplos que he visto en días recientes y que me parecen una perfecta parábola de nuestra labor:

1º.- Cuando
vi que un ciudadano estadounidense rompía con el odio imperante en la manifestación de Charlotte contra la Policía abrazando a un agente. En ese momento, contestando a los reproches de los manifestantes, exponía una verdad muy evidente, pero sorprendentemente oculta a quienes estaban cegados por la indignación: “Su uniforme no les convierte en un robot. Del mismo modo que tu uniforme, el color de tu piel, no te convierte en un criminal”.

Es curioso como los manifestantes, lógicamente indignados, incurren en el mismo error que critican: prejuzgar a un colectivo de personas por un denominador común simple, para así justificar una agresión indebida. Da igual que sea un uniforme o un color de piel o un género. Se equivocó el policía que prejuzgo a un afroamericano como delincuente armado y peligroso, justificando el dispararle acabando con su vida, del mismo modo (aunque con consecuencias menos graves) que se equivocaron los manifestantes al considerar asesinos
a todos los que visten un uniforme de policía en Charlotte.


2º.-
Cuando vi la película “Espias en el cielo”*. La película Espías en el cielo quizás sea una parábola que requiera más tiempo, pero será sin duda un ejercicio mucho más útil para que el ciudadano entienda lo que expongo, pues permite un experimento sencillo: exponerse a una toma de una decisión difícil, poniéndose en la piel del responsable de tomar la decisión y ver como sus ideas y decisiones no son, ni tan firmes, ni tan exentas de prejuicios. La decisión a adoptar es relativa al modo de empleo de los drones en la moderna guerra contra el terrorismo.

Sin ánimo de desvelar la trama de la película a ningún lector, me limitaré a decir que es un ejercicio mental donde se cuestiona el uso o no de ese tipo de arma, mediante la descripción de un grupo de personas en una situación límite, con una oportuna limitación de las posibles alternativas, exponiendo al espectador al proceso de toma de una decisión que de ninguna forma será satisfactoria.

Aunque se incurre en la trama en extremos incomprensibles, o se omiten otras opciones que parecen posibles desde fuera, se le perdona porque con dicha manipulación consigue que el empleo de drones, en ese contexto, pueda en determinados momentos dejar de parecer tan inhumano, tan despreciable y tan criticable como a priori cualquier pueda pensarse, o incluso aun más inhumano y cruel de lo que pueda verse incluso antes de empezar, precisamente porque manipula al espectador, para que dependiendo de cada momento, empatice con uno u otro personaje, y sucumba a la presión impuesta por la situación o la rechace drásticamente.

Además veo destacable la objetividad que muestra el director de la película, que consigue mantenerse objetivo mediante el empleo equilibrado de diferentes personajes, situados en antípodas morales, y la omisión de toda conclusión o moraleja, mostrando que no hay verdades absolutas, que no todo es blanco o negro.

No se trata de justificar o validar el uso de drones para acometer asesinatos selectivos, pues como juristas hemos de mostrarnos tajantes en el rechazo del ajusticiamiento de cualquier ser humano sin un juicio justo.

Creemos firmemente en sistema de penas proporcionales, en el derecho de toda persona a defenderse en un juicio justo, y somos tajantes en el rechazo de la pena capital.



Insisto, se trata de ver como la labor de una persona (Ken Nwadike en Charlotte o el director de la película) forzando la empatía hacia determinados personajes y asegurando la exposición de hechos esenciales: las circunstancias de los sujetos, la presión del deber de elegir la opción menos mala bajo la sensación de una imperiosa urgencia, o la valoración aislada de la proporcionalidad de determinados medios en que por error se ha incurrido hasta ese momento, puede condicionar el juicio que de la situación se emita.

Esa actuación impedirá juicios apriorísticos o simplistas, e incluso en algunos casos volverá una cuestión realmente compleja determinar que es justo o no, o que está bien o mal, llevándonos a dudar de nuestros valores o incluso llegar a emitir un juicio de valor que difícilmente sería compartido por terceros o nosotros mismos antes de esa intervención.

Cuando experimente esas dudas y dificultades, piense que lo mismo ocurre con los delincuentes comunes y su enjuiciamiento, y lo mismo debería ocurrir en los juicios que la sociedad emite a diario. Comprenderá que el responsable ejercicio de acusación y defensa es igualmente necesario para la formación de un fallo en la mente del juzgador.

Si el juicio se limitase a la valoración de los hechos en base a una descripción descontextualizada de los hechos, privados de cualquier contexto o dato que permita una cierta empatía, la condena será siempre extrema, por exceso o por defecto, pues el juzgador no tendrá elementos que le permitan valorar o relativizar la conducta, o siquiera valorar factores que podrían poner en tela de juicio la identidad del autor o su dolo (voluntad deliberada de cometer un delito a sabiendas de su ilicitud), o por el contrario, la inocencia de su acto.

Si no me creen, hagan un ejercicio, respondan la siguiente pregunta: primero antes de ver la película “Espias en el cielo”, luego durante su visionado, y por último, reflexionen de nuevo sobre su postura en cada momento después de verla:

¿Consideran razonable el empleo de un misil disparado desde un dron para acabar con un terrorista, en un país que no está en guerra (como España), sin la autorización o conocimiento de dicho país y poniendo en grave riesgo la vida de civiles ajenos a dicha actividad terrorista*?

Créanme, se sorprenderán a si mismos con las variaciones que su determinación y opinión sufre a lo largo del film. Y tras dicho ejercicio, créanme cuando les digo que de paso respetarán un poco más a los Jueces y comprenderán un poco más nuestra labor como abogados: combatir los prejuicios y los juicios simplistas o apriorísticos, asegurando que no se obvia ni manipula la información esencial.

* No se revela ningún dato o situación que no se exponga al inicio del film.